Contar historias desde la diversidad e inclusión, también es transformar.
Opinión
Opinión por: Ivanna Guerrero.
La violencia contra las mujeres es sistémica, es decir, es generalizada y se mantiene por creencias y factores sociales, culturales y económicos. Tiene muchas formas de manifestarse y es algo que nos atraviesa a todas, incluso antes de nacer.
Tan solo por el hecho de vivir en sociedades machistas, llegamos a reproducir – muchas veces sin darnos cuenta – actitudes que permiten que la violencia siga existiendo. Sin embargo esto no es una excusa para no hacer nada, ya que aunque hablamos de un problema sistémico que requiere soluciones igualmente sistémicas, también tenemos responsabilidad individual y colectiva para afrontarla, pues la violencia se ejerce tanto pasiva como activamente.
Una de las justificaciones y formas en que la violencia contra las mujeres se perpetúa es a través de los estereotipos basados en sexo. Esto es, los roles y las características que asignamos a las personas de acuerdo al aparato reproductor con que nacen, que puede ser tan simple como por ejemplo que las mujeres vestimos de forma femenina, los hombres son masculinos, las mujeres llevamos el pelo largo y los hombres el pelo corto, o tan complejo como la creencia de que los hombres son mejores en roles de autoridad y a las mujeres nos corresponde el rol de subordinación. Estas ideas incluso dejan fuera la existencia de otras formas de expresión de género.
¿QUÉ NOS TOCA HACER?
En nuestra labor diaria desde la comunicación tenemos el reto y la obligación, cuando menos, de no repetir estereotipos, en este caso basados en sexo, porque la forma en que nos expresamos y nombramos a las personas tiene un impacto, así también lo es la forma en que las representamos.
Desde esta responsabilidad individual y la responsabilidad de la familia Sarape, al momento de acompañar a marcas u organizaciones para crear campañas de comunicación, hacemos un esfuerzo consciente por asegurar que lo que creamos no genere más estereotipos e injusticias. Contamos las historias de las mujeres representando nuestra diversidad, no replicando visiones hegemónicas y dejando de presentar a las mujeres exclusivamente desde roles pasivos o de cuidado, nombrando también la responsabilidad de hombres y demás personas.
Lo hacemos desde un enfoque interseccional ya que reconocemos que incluso cuando todas experimentamos la violencia machista, hay circunstancias que agravan las desigualdades, como lo son las discapacidades, la raza, estatus migratorio, orientación sexual, y un sinfín más de condiciones.
Buscamos no apropiarnos de las narrativas, sino que sean las mismas personas las que cuenten sus propias historias.
Esto no significa que no nos equivocamos, pero sí es nuestro compromiso y obligación revisar constantemente nuestros pensamientos, acciones y la mirada con la que contamos las historias, la forma en que planteamos los contextos y las situaciones de las personas, en este caso, de las mujeres. Esto es lo que nos permite resignificar nuestra labor diaria y nuestro compromiso hacia las personas y el mundo.